JONES, Owen, Chavs: La demonización de la clase obrera, Madrid: Capitán Swing, 2012, pp. 360.

¿Dónde está la clase obrera? Si recurrimos al símbolo de los trabajadores fabriles de cuello azul que protagonizaron las grandes luchas obreras del siglo XX, los encontraremos muy disminuidos en número, por lo menos en lo que suele llamarse “Occidente”, o bien ya no los encontraremos. Los chavs, que puede traducirse al castellano como “escoria”, son aquellos jóvenes en la frontera de la marginalidad, violentos, en paro, consumistas y con tratos con las drogas: ellos son los que constituyen ese segmento de la población sin futuro, sin oficio ni beneficio. Sin embargo, tal como desentraña el estudio, esta percepción no es más que un ejercicio de cosificación que lleva a encubrir lo que podría ser considerada una parte de la clase obrera de nuestros tiempos. Y ¿Qué mejor que restar la posible fuerza subyacente en ellos que demonizarlos llamándolos escoria?
Publicado en 2011, en un contexto de recortes impulsados por el conservador David Cameron y de estallidos de violencia en diferentes ciudades británicas durante el verano, este ensayo del joven periodista y político Owen Jones constituyó un fenómeno editorial y provocó un debate público en su país. Pero el autor analiza un fenómeno que no es coyuntural. A través del estudio, a medio camino entre historia social y política y reportaje bien informado, de la evolución de la sociedad británica a lo largo de los últimos treinta, se nos ofrece una explicación de los mecanismos por los cuales despreciar a las clases más bajas se ha convertido en Gran Bretaña algo socialmente aceptado y ampliamente practicado por las clases altas.
El libro pretende propiciar un debate entorno a las clases sociales, presentando argumentos sobre la forma en que, tanto desde los medios de comunicación como de la clase dirigente británica, se ha legitimado un discurso político de clase consistente en demonizar a la clase trabajadora a partir de la construcción de un arquetipo: los chavs. Arrancando con la revolución de Margaret Thatcher de finales de los años setenta, pasando por el ya desaparecido “Nuevo Laborismo” de Tony Blair de los años noventa, hasta llegar a la actualidad, con la vuelta al poder de los tories en la primavera de 2010, el autor nos habla de cómo desde 1979 la política británica ha negado la existencia de las clases en su sociedad. Y, al mismo tiempo, han defendido los intereses de su propia clase.
La destrucción del tejido industrial por la que apostaron los sucesivos gobiernos de Margaret Thatcher favoreció a la City londinense. La opción llevaba implícita la desarticulación de las comunidades trabajadoras en las ciudades industriales. Asimismo, causó un destrozo irreparable en las instituciones, de larga tradición, de la clase trabajadora. Entre ellas, en los sindicatos, contra los que se desató una campaña feroz y descarnada, con el objetivo de aniquilarlos. Pero también de las condiciones materiales, de trabajo, en las formas de vida y de sociabilidad de la clase trabajadora. La llamada “Dama de Hierro” planteó desde el principio de su gobierno desterrar el término “clase”: “la clase es un concepto comunista”, dijo en algún momento en 1979. Esta lucha ideológica estaría acompañada de las políticas neoliberales presentadas como palanca de la “modernización” a través de la extensión voraz del “libre mercado”. Para ello era necesario acabar con las regulaciones y reglas establecidas desde 1945, a partir del pacto social de posguerra. Las razones y los momentos en los que se decidió llevar a cabo la denominada “política de reformas” a partir de entonces son documentados y diseccionados por Jones, así como las continuidades que tuvo a partir de 1997, con el laborista Tony Blair como primer ministro británico. La “Tercera Vía”, la ensoñación blairiana, habría tenido sus consecuencias no sólo sobre el final del “nuevo laborismo” en un episodio de derribo, sino también sobre la propia sociedad británica.
Ya lo dijo Thatcher para Women’s Own en octubre de 1987: “No existe una cosa llamada sociedad. Hay hombres y mujeres individuales, y hay familias”. Como un conquistador que se burla del conquistado, desde entonces se ha negado de forma constante la existencia de una clase como elemento fundamental de las fracturas sociales. Y este tema en España, en Cataluña, debería interesarnos, y mucho: ¿Qué sucede si nos planteamos una emancipación de clase ahora, cuando no sabemos desentrañar aún claramente quién somos nosotros? ¿Qué respuesta damos a una desclasificación política y social y cómo damos respuesta a ella? ¿A quién defendemos y, lo más importante aún, qué objetivos tenemos y con qué herramientas lo hacemos? Con un lenguaje ágil, no exento de profundidad, y con abundantes datos e informaciones, además de entrevistas, Owen Jones nos muestra cómo detrás está la actitud de los gobiernos, evitando comprometerse con los conflictos sociales y la solución de los problemas económicos, está la justificación de la desigualdad social. Podría concluirse que no hay política de clase más efectiva que negar la existencia de las clases sociales.
Laura Rozalén