Tinc feina, i què?

Sóc una treballadora precària. Tinc vint-i-tres anys i dues feines. I no, cap de les dues no té res a veure amb allò que vaig estudiar. I vaig estudiar molt, eh? Una carrera i un màster relacionats amb les Humanitats. Però aquest post no és per parlar de l’atur juvenil, ni de l’atur en general, ni de les sortides laborals de les carreres (ni de les taxes!). Aquest post és per poder queixar-me públicament. Molts m’han dit ja que, en la meva situació, no puc fer-ho: amb l’atur que hi ha, com se t’acut, ja m’agradaria a mi que no m’arriba, al meu amic ja no té prestació… Doncs precisament per això, per tot això, em queixo públicament: precarietat i exclusió social.

En els darrers tres mesos he xerrat amb amics, camarades, coneguts i companys de feina sobre el fet de tenir feina. Tots els que en tenim ens trobem en la mateixa situació, encara que sota diverses formes. No és que no ens agradi la nostra feina, que sovint també, sinó que alguns estem sobrecapacitats per fer-la. Alguns no arribem al salari mínim, d’altres hem fet del treball temporal la nostra rutina, molts no podem emancipar-nos. Pot ser trobem feina amb prou facilitat, però la perdem amb la mateixa. I aquesta, quan arriba, va acompanyada de sous base minsos, pot ser en negre, o requereixen hores extra que no tenen per què ser pagades.

Però això no és el que més ens preocupa. El que més ens preocupa és que no ens podem queixar. No és que ens oprimeixi el sistema perquè no ens ofereix res millor. És que ens oprimeix la nostra gent. És que ha arribat un moment que aquell que es queixa de tenir una feina és considerat un suïcida, un malcriat i una mala persona. Perquè se suposa, que quan tens una feina, s’han acabat els problemes i els motius per a seguir lluitant. Perquè si fa quatre anys un mileurista era un jove amb tots els drets del món a queixar-se de la seva situació, ara hem de donar les gràcies aquells que no hi arribem. Perquè és clar, amb un 52% d’atur juvenil, com pots dir aquestes coses? Doncs no era això, companyes, no era això. No era haver de compaginar dues feines per no arribar a ser mileurista, no era estudiar durant quatre anys i tenir un màster per no treballar ni tan sols en alguna cosa que tingui a veure amb els meus estudis, no era saber que viurem pitjor que els nostres pares. No era això. No era per això que fa anys que celebrem un 1 de maig. Perquè el primer de maig no és per celebrar que tenim feina, sinó per commemorar lluites obreres. I ja em perdonaran, però tenir una feina precària és, i serà un motiu per queixar-se.

C.F.

Chavs: La demonización de la clase obrera

JONES, Owen, Chavs: La demonización de la clase obrera, Madrid: Capitán Swing, 2012, pp. 360.

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¿Dónde está la clase obrera? Si recurrimos al símbolo de los trabajadores fabriles de cuello azul que protagonizaron las grandes luchas obreras del siglo XX, los encontraremos muy disminuidos en número, por lo menos en lo que suele llamarse “Occidente”, o bien ya no los encontraremos. Los chavs, que puede traducirse al castellano como “escoria”, son aquellos jóvenes en la frontera de la marginalidad, violentos, en paro, consumistas y con tratos con las drogas: ellos son los que constituyen ese segmento de la población sin futuro, sin oficio ni beneficio. Sin embargo, tal como desentraña el estudio, esta percepción no es más que un ejercicio de cosificación que lleva a encubrir lo que podría ser considerada una parte de la clase obrera de nuestros tiempos. Y ¿Qué mejor que restar la posible fuerza subyacente en ellos que demonizarlos llamándolos escoria?

Publicado en 2011, en un contexto de recortes impulsados por el conservador David Cameron y de estallidos de violencia en diferentes ciudades británicas durante el verano, este ensayo del joven periodista y político Owen Jones constituyó un fenómeno editorial y provocó un debate público en su país. Pero el autor analiza un fenómeno que no es coyuntural. A través del estudio, a medio camino entre historia social y política y reportaje bien informado, de la evolución de la sociedad británica a lo largo de los últimos treinta, se nos ofrece una explicación de los mecanismos por los cuales despreciar a las clases más bajas se ha convertido en Gran Bretaña algo socialmente aceptado y ampliamente practicado por las clases altas.

El libro pretende propiciar un debate entorno a las clases sociales, presentando argumentos sobre la forma en que, tanto desde los medios de comunicación como de la clase dirigente británica, se ha legitimado un discurso político de clase consistente en demonizar a la clase trabajadora a partir de la construcción de un arquetipo: los chavs. Arrancando con la revolución de Margaret Thatcher de finales de los años setenta, pasando por el ya desaparecido “Nuevo Laborismo” de Tony Blair de los años noventa, hasta llegar a la actualidad, con la vuelta al poder de los tories en la primavera de 2010, el autor nos habla de cómo desde 1979 la política británica ha negado la existencia de las clases en su sociedad. Y, al mismo tiempo, han defendido los intereses de su propia clase.

La destrucción del tejido industrial por la que apostaron los sucesivos gobiernos de Margaret Thatcher favoreció a la City londinense. La opción llevaba implícita la desarticulación de las comunidades trabajadoras en las ciudades industriales. Asimismo, causó un destrozo irreparable en las instituciones, de larga tradición, de la clase trabajadora. Entre ellas, en los sindicatos, contra los que se desató una campaña feroz y descarnada, con el objetivo de aniquilarlos. Pero también de las condiciones materiales, de trabajo, en las formas de vida y de sociabilidad de la clase trabajadora. La llamada “Dama de Hierro” planteó desde el principio de su gobierno desterrar el término “clase”: “la clase es un concepto comunista”, dijo en algún momento en 1979. Esta lucha ideológica estaría acompañada de las políticas neoliberales presentadas como palanca de la “modernización” a través de la extensión voraz del “libre mercado”. Para ello era necesario acabar con las regulaciones y reglas establecidas desde 1945, a partir del pacto social de posguerra. Las razones y los momentos en los que se decidió llevar a cabo la denominada “política de reformas” a partir de entonces son documentados y diseccionados por Jones, así como las continuidades que tuvo a partir de 1997, con el laborista Tony Blair como primer ministro británico. La “Tercera Vía”, la ensoñación blairiana, habría tenido sus consecuencias no sólo sobre el final del “nuevo laborismo” en un episodio de derribo, sino también sobre la propia sociedad británica.

Ya lo dijo Thatcher para Women’s Own en octubre de 1987: “No existe una cosa llamada sociedad. Hay hombres y mujeres individuales, y hay familias”. Como un conquistador que se burla del conquistado, desde entonces se ha negado de forma constante la existencia de una clase como elemento fundamental de las fracturas sociales. Y este tema en España, en Cataluña, debería interesarnos, y mucho: ¿Qué sucede si nos planteamos una emancipación de clase ahora, cuando no sabemos desentrañar aún claramente quién somos nosotros? ¿Qué respuesta damos a una desclasificación política y social y cómo damos respuesta a ella? ¿A quién defendemos y, lo más importante aún, qué objetivos tenemos y con qué herramientas lo hacemos? Con un lenguaje ágil, no exento de profundidad, y con abundantes datos e informaciones, además de entrevistas, Owen Jones nos muestra cómo detrás está la actitud de los gobiernos, evitando comprometerse con los conflictos sociales y la solución de los problemas económicos, está la justificación de la desigualdad social. Podría concluirse que no hay política de clase más efectiva que negar la existencia de las clases sociales.

Laura Rozalén

El eterno becario

Todos ustedes, queridos lectores, conocerán a alguien entre 20 y 35 años que esté trabajando en una empresa como becario: yo soy una de ellas y mi mayor temor es jubilarme con un contrato de prácticas.

El eterno becario

Imatge per Patricia Gallego Gamo

A menudo, cómo la mayoría de mis colegas de generación, rebusco entre las ofertas de trabajo que se encuentran en múltiples plataformas de Internet. La mayoría de veces acabo hastiada y frustrada después de mi búsqueda, aunque en mis días más cínicos puedo incluso reír al leer algunas ofertas de lo más surrealistas. Lo ejemplificaré con tan sólo una de ellas, pero no hace falta rebuscar mucho en la red para encontrar más casos: «Se requiere Jefe de Proyecto. Requisitos: Ingeniería Superior (Industrial, Telecomunicaciones, Minas…), Licenciatura en ADE, haber finalizado los estudios en los últimos tres años, Postgrado. Nivel: Becario / Prácticas». He aquí el esfuerzo despreciado, dos carreras, experiencia e incluso un posgrado no se merecen un contrato. Permitimos que alguien formado cobre entre 100 y 500 euros por realizar un trabajo de alto perfil. Y pueden hacerlo, en ésta y en muchas otras empresas.

La mayoría de mis amigos está en paro o con convenio de prácticas. Además ahora ya no hace falta ni estar matriculado en la Universidad para hacer convenios, se han creado webs que responden a la demanda de empresas que deciden explotar a jóvenes desesperados. Jóvenes sin derechos, a los que se les exige estudios, experiencia, idiomas y a los que a cambio se les ofrece «la experiencia de trabajar en una gran empresa» o de «dar a conocer su trabajo», pero no tienen un sueldo digno –en el caso de que tengan sueldo alguno–,  ni reconocimiento, ni derechos laborales y cuando el convenio se acaba ni siquiera tienen derecho a paro sin importar cuántos convenios o cuánto tiempo lleven trabajando.

Estos jóvenes –y cada vez menos jóvenes– no vemos el final. Las empresas para las que trabajamos están encantadas con nosotros pero no nos contratan, vamos sumando experiencia a nuestro currículo, años trabajados, etc. pero como becarios y tememos que el ansiado contrato no llegue nunca. Algunos emigraremos y acabaremos de camareros en el extranjero, otros acabaremos de autónomos –la otra estafa laboral de moda– y puede que algunos sigamos como becarios a los 40 años, yo ya conozco a una chica que a sus 35 y con un hijo cobra 100€ al mes para hacer de becaria.

Nos dijeron que debíamos estudiar para poder tener un trabajo digno pero nos hemos encontrado en una sociedad en la que “sobramos” y ya parece que nos den trabajo como limosnas y ¡contentos deberíamos estar! ¿Es esta la sociedad en la que queremos vivir? Y más importante ¿cuál será el futuro de toda una generación convertida en los eternos becarios?

Laia Otero Serrado
@laia551