Pequeñas revoluciones: el consumo responsable

Uno de los mayores retos que nos plantea el capitalismo es el de desvelarlo. El sistema que nos protege es también el sistema que nos engaña y cuando una nueva forma de perversión nos azota con toda su contundencia apenas tenemos herramientas para combatirla.

Vosotros consumis, nosotros nos consumimos

Il·lustració de Lola Sánchez

Los problemas derivados de nuestros actos de consumo cotidianos –comer o vestirnos, por ejemplo- tienen unos fuertes efectos en un tiempo y un lugar que no es exactamente el nuestro. Esto es, nuestros actos de consumo tienen consecuencias que, de alguna manera, nos responsabilizan. Cada vez que levantamos el tenedor o elegimos ropa de determinado establecimiento estamos apoyando el sistema que lo hace posible. Resulta difícil negar que, de alguna manera, nuestras prácticas, sutilmente encubiertas y embellecidas, resulten crueles o perjudiciales pero, derivadas de ellas,  quedan enormes secuelas, muchas veces responsables en primera instancia de muchas de las desigualdades de nuestra sociedad.

Hay una urgente necesidad de desvelar un sistema que nos esconde sus propios fantasmas y nos convierte continuamente en cómplices de una maquinaria devastadora. Cada uno de nosotros puede ser la medida exacta de la solución. Consumir responsablemente es casi una obligación que se nos impone ante un sistema que nos ofrece todo lo posible de una manera económicamente productiva. En un momento en el que las estructuras políticas no son capaces de dar cabida a problemáticas como la protección del medio ambiente, el trato justo a los animales, la desigual repartición de los alimentos en el mundo y el uso de pesticidas y fertilizantes alimentarios, debemos tomar las riendas de nuestra conciencia y llevar a cabo unas prácticas responsables de consumo que reconduzcan al sistema hacia horizontes más justos.