El empujón que la sociedad nos da a las mujeres cada mañana al despertar, es fruto de una deliberada (o)presión, de una estudiada y antigua estrategia que nos demanda una estética, un cuerpo menudo, que no concuerda con el desarrollo biológico que acostumbra a acompañar la adolescencia. Los muslos, las caderas, la tripa, se desnaturalizan para pasar a ser un obstáculo social, una traba para ser Esa mujer.
Pero aún con esto en mente, aún con la consciencia alerta y todas las horas dedicadas a reeducar y rebatir la percepción de mi persona, a menudo encuentro imposible sentirme cómoda con lo que Soy. Y ahí es dónde, a mi parecer, entra lo preocupante. Entra la necesidad de denuncia, de reclamar a los medios una representación de la realidad más justa. De denunciar un perfil que no sólo no es real sino que además pisa a lo verdadero y lo relega a la categoría de “necesita trabajarse”. Y aquí ya no sólo se reduce a los medios publicitarios usando cuerpos escuálidos sino a todo un sistema montado para hacer de la mujer un ser que no se gana el respeto por sí misma, por ser natural, sino a través de la complacencia y la adecuación a dichos modelos: adulta y madura, obediente, buena madre, leal, equilibrada, profesional, etc.
Espero que quede claro que mi posición no pretende culpar a los hombres de dicha desigualdad y soy consciente que estos también tienen cánones establecidos a la fuerza, pero sí veo que la opresión de la mujer ha ido evolucionando de tal manera que a menudo se ignora que aún queda mucho por hacer. Por supuesto que son logros gigantescos el derecho a voto o libertades como el derecho a abortar, pero precisamente algunas de estas libertades siguen en jaque y es de vital importancia que la lucha no se olvide.
Por todo ello, me estoy quitando de las revistas que nosotras mismas compramos y que hacen que esta líder nos ridiculice mientras luce sus kilométricas piernas con vestidos a precios desorbitados. Me estoy quitando de asumir que ella es más que yo y que ella es más real que todas las mujeres. Que ella es todas las mujeres. Me estoy quitando de cegarme ante la infinita variedad de tipos de mujer que pasean cada día por todas las calles del mundo con sendos cuerpos, personalidades, trabajos y familias, que las definen de verdad, que las hacen interesantes y valiosas por encima de cualquier otro aspecto. Me estoy quitando de la sexualización y objetivación de mi cuerpo.
Me estoy quitando de tantas cosas, que aunque el despedirme de ellas me haga sentir bien, me aterroriza ver la cantidad de ellas y el gasto de energía y tiempo que nos suponen. Me estoy quitando pero me asusta porque es salir al mundo incumpliendo las normas pero, sobretodo, me asusta por el resto, por ver cómo de arraigadas y naturalizadas están en nuestra sociedad y cómo hay verdaderas víctimas de una desigualdad de género que en muchos casos no es sólo exigente para con una manera de lucir o vestir, sino con una manera de existir.
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